domingo, 19 de julio de 2015

Delirios de un 19 de julio.

Todavía tengo más alcohol corriendo por mis venas que sangre para latir adecuadamente. Sin embargo, cada uno de estos bombeos destartalados, desacompasados y chirriantes, gritan tu nombre a cada disparo y te piden que vuelvas con señales de humo provocado por la quema de guías que me indiquen cómo salir de ti sin ni siquiera tenerte.

Porque, en el fondo, allí donde habito yo sin saber cómo respirar bajo agua llorada, no se está tan mal viviendo mano a mano con tu fantasma. Fíjate, incluso voy consiguiendo sentirme acunada por él en las caídas del sol en las que ni la noche sabe cantarme una nana al oído hasta llevarme al mundo de los sueños rotos.

viernes, 17 de julio de 2015

Hogar.

He cerrado los ojos
a penas unos segundos,
lo suficiente para sentir,
de nuevo,
el tacto de tus dientes
cortándome todo atisbo
de miedos a punto de salir
a superficie
a formar lagos, en mis marcadas ojeras,
en los que chapotear
riendo tan alto
que sus risas se confundan
con todos y cada uno de mis sollozos
gritados en silencio a mi almohada.

Y menudo filo tenían,
he sentido en carne viva
cómo me desgarraban,
un poco más,
el lugar frágil de mi corazón
en el que habitan los recuerdos
envueltos en vendas
que no son capaces de acabar
con el esguince de promesas
que los asolan.

Me he sentido romper
un poco más
mientras la cuerda
que mi cuello rodea
se apretaba más y más
en vez de soltarse lentamente
con un corte suave
de esas manos que bauticé
como hogar,
querido y perdido hogar.

miércoles, 10 de junio de 2015

Ser.

Debo decir que los días grises son preciosos. Tanto como ella, aunque creo que esa palabra es demasiado pequeña como para describirla. Ella fue quien me enseñó a ver la magia de las tonalidades grises. Estaba tan enamorada de los cielos de dicho color que me hizo empezar a dejar de odiar los días de lluvia.

Ella alzaba la vista y sonreía contemplando las nubes cargadas de mar bailar por el cielo, y, yo, parecía tonto de lo embobado que me quedaba mirando cómo su boca era el sol que a ese día le faltaba. Hasta que, de repente, ella se volvía hacia mí y, riendo, depositaba un beso en mis labios como quien deja flores en la tumba de un ser querido. Aunque yo, en ese momento, me sentía más vivo que nunca.

Jamás me dijo el porqué de ese amor hacia los cielos cubiertos, hasta que un día me rogó marchar con el argumento de que no quería que sus tormentos cargados de tormentas me alcanzasen de lleno.

Fue ahí cuando lo entendí. Era una bonita metáfora, aunque, ¿qué menos para una chica que era, y es, pura poesía?

Lo que ella no sabía es que me gustaba bailar bajo sus lluvias, hacer escampar cantando o, mejor dicho, desafinando, y comerme el arcoíris que venía tras ellas.

A día de hoy, inmortalizo días grises, que para muchos son tristes, mientras ella me observa preguntándose porqué sigo a su lado.

No soy valiente, y mucho menos un héroe, pero, si tengo que ser fuerte, quiero ser(lo) de su mano.

jueves, 21 de mayo de 2015

Océano.


Eras océano en el que ahogar todos esos cosquilleos que perturbaban mi silencio atronador, ese que va de la mano de la soledad y me hace temer que, ésta, decida dejarme e irse con él. Cosquilleos que florecían cuando tu magia me rozaba la piel con solo la salida a flote de tus hoyuelos.
Y, es que, creabas vida donde solo había tonalidades negras, pero, el miedo a caer de nuevo por mis abismos, la amordazó hasta que ella consiguió escapar en uno de sus descuidos provocados por tus pupilas negras y me alcanzó de lleno.
Aún sigo intentando tapar la herida. O no. Quizás solo estoy esperando a verte regresar con tus primaveras y las ganas de comerte mis penas puestas.

Luna. (Final)

–Mira, papá –Grita un niña pequeña señalando al cielo desde los hombros de su padre –Ahí hay una estrella. Yo, cuando sea mayor, quiero brillar tanto como ella –Dice felizmente sin saber cuán fiel será su futuro a esas palabras. 
–Lo harás, Luna, lo harás –Le contesta su padre, con una sonrisa en la cara contagiado por la espontaneidad de su hija, pensando que su mujer no ha podido elegir un nombre más acertado para esa pequeña que ilumina sus días.

Luna. (VI)

Estrella fugaz.

Luna se ha fundido en el color 

negro del cielo nocturno, 
sumiéndose en una oscuridad 
que le hace recordar 
la tonalidad de aquellos ojos, tan llenos de vida 
como falta de ella está ahora. 
Ha cogido la toalla 
y, en vez de tirarla, 
la ha utilizado para absorber 
la lluvia que esconden sus pestañas 
carentes de cualquier deseo que no sea él; 
esa sonrisa cuyos contorneos al andar 
causan estragos hasta en los corazones 
más helados; 
esas pecas que al florecer 
son como granadas directas 
a sístoles y diástoles 
congeladas hasta entonces; 
esos pies descalzos que, caminando 
por la habitación en su despertar, 
hacen un lío a la borrasca, que ese día tiene previsto 
azotar geografías nada calmadas, 
mientras le da, perspicaz, una vuelta de tornillo a mi lengua; 
esa Muralla China que recorre toda su espalda 
de mi sur a norte perdido en ella; 
o ese mapa del mundo que esconde 
en su costado izquierdo desde nacimiento 
invitándome audazmente 
a señalar con besos 
todos aquellos sitios que he visitado 
sin levantar los pies del suelo 
ni moverme de debajo de las sábanas de su pecho. 
Luna, decidida a pasar una página 
que tenía grabada a fuego 
en las cenizas de su difunto órgano 
vital, se ha unido a las estrellas 
en busca de su fantasmagórica 
felicidad. 
Ya no brilla nada más que en contadas ocasiones 
y, cuando lo hace, es fugazmente; 
pero se ha prometido, 
creyendo que las promesas aún tienen algún sentido, 
que no parará de ser intermitente, 
cual semáforo en verde a punto 
de desfallecer 
o cual danza de párpados, 
hasta encontrarse a sí misma, así sea 
en las profundidades de sus cráteres 
llenos de caras ocultas 
y sonrisas teatrales.

domingo, 19 de abril de 2015

Luna. (V)

Luna nueva.

Luna se ha precipitado al vacío 
sin tan siquiera poseer seguro contra accidentes 
contra bocas que roban todo ápice de cordura, 
o una coraza en todas sus facultades vitales 
que fuese capaz de temer a aquella mirada enloquecedora 
en vez de temblar, dejarse llevar por ella 
a aquel mundo de ensueño 
de Alicia en el País de las Maravillas, 
y despertar cayendo de golpe 
contra una realidad monocromática en grises. 
Ha perdido su brillo, 
se ha consumido cual último rayo de primavera 
devorado por un día de invierno traspapelado 
que termina haciéndose con todas esas ruinas 
que bailan al compás de la lluvia 
que empieza a inundar grietas reabiertas 
a base de tequila, sal y limón tras una barra de bar 
con la música a volúmenes ensordecedores 
que consigue hacerle escuchar 
su apagado bombeo 
y sus crecientes hilos desatados 
sacando a flote 
demonios que creía tan enterrados 
como su felicidad. 
Luna, ahora, tan solo es un fantasma 
de lo que antaño fue 
y ya no es 
porque unos ojos negros se lo han llevado con ellos 
y lo han arrojado a las vías de tren 
para que, el sonido de su risa 
en cuellos ajenos, 
sea quien produzca el atropello 
de aquella chica alegre 
y su malherido corazón. 
El cielo esta desierto de luminosidad 
y Luna camina por él sin rumbo fijo 
y dando traspiés 
que la conducen al borde del abismo 
sin que haya allí nadie 
capaz de hacerla frenar. 
Mira hacia abajo y ríe estrepitosamente 
sin saber si es 
por el vértigo que ha recorrido 
todo su cuerpo, 
o por haberse encontrado con el reflejo 
de cuando era Luna llena allí abajo. 
Remienda sus alas 
y se lanza 
en busca de su brillo perdido 
en las fauces de unos ojos-abismo.